Hace tiempo que tengo ganas de explicar mi punto de vista sobre la relatividad del tiempo, no es más que una observación, un apunte, que explica como percibimos el tiempo según van pasando los años; es decir, como lo percibimos a través de él mismo y según el punto en el que nos encontremos.
El supuesto básico de la teoría de la relatividad explica que la localización de los supuestos físicos, tanto el tiempo como el espacio, son relativos al estado del movimiento del observados (de la wikipedia).
A esto podemos añadir
Si pensamos en el tiempo como una línea fija y continua por donde vamos avanzando podemos intuir que nuestra velocidad sobre ésta será constante. Van pasando los años y nos hacemos mayores, todo fácil y claro.
Ahora pongámonos al principio de nuestra línea temporal. Somos un pequeño niño que va al colegio, estudia, aprende, juega con sus amigos, desayuna, vuelve a estudiar, come, juega después de comer, vuelve a casa, juega en el parque, juega en casa, …. hasta que se acuesta tiene mil cosas para hacer, ha pasado mil aventuras y el día es larguísimo y de mucho provecho.
No hablemos del verano donde se hacen millones de cosas cada día imposibles de recordar. El disfrute es máximo y el día es alargado hasta la máxima expresión; el concepto de tiempo se alarga en nuestra mente y la velocidad a la que pasa es pausada y tranquila.
Miras a un adulto, desde tu punto de vista de 7 años (por ejemplo) y con 30 es una persona «mayor», piensas que ha vivido mucho muchísimo y que no aguantará una carrera hasta el otro lado de la calle, un partido de fútbol o cualquier otro juego para el que a ti te sobran fuerzas.
No hablemos de como ves a los abuelos, a punto de dejarte por tener 55 años.
Si nos situamos un poco más adelante en esta línea de nuestra vida tenemos la juventud y adolescencia, hasta, digamos los 20 años. ¿Qué hacíamos a esa edad y qué percepción teníamos sobre ello?
El día era relativamente largo, hacías muchas cosas pero lo alargabas con la noche. Curiosamente el crío de 7 años no dejaba de ser casi un bebé. Los mayores, ya casi con 45 años eran prácticamente unos viejos y los abuelos con más de 60 seguían a puto de dejarte.
Avanzamos hasta los 30 años en nuestro camino particular hacia el futuro y el trabajo te llena el día que avanza sigilosamente casi sin darte cuenta te encuentras a media tarde pensando que harás para cenar. Los críos de 20 años llenan la calle, tus padres y los de tus amigos empiezan a ser abuelos, aunque no los ves con cara de abuelos, y los abuelos-casi bisabuelos, finalmente, se han marchado. ¿Quizás demasiado rápido? ¡No eran tan mayores!
Una vez pasas los 40 ves a los de 20 como unos pequeños jóvenes que no saben qué quieren hacer, realmente estás seguro que no saben lo que hacen por su temprana edad. Tiene toda la vida por delante aunque se estén haciendo los mayores y los interesantes todo el día, que por cierto, te pasa volando casi sin tener tiempo para nada. La noche llega rápido y la cama espera para darte las energías que necesitarás mañana. Tus padres ahora, a pesar de ser abuelos, no son mayores, ¡ni mucho menos!
Desde el punto de vista de la edad avanzada, cuanto llegas a los 65 años los de 7 son bebés, los de 20 unos críos, los de 40 unos jóvenes con toda la vida por delante y tú… aun te quedan fuerzas para hacer de todo, aunque entiendes que los demás te ven casi como un anciano (aunque sepas que no es verdad, porque no has llegado a los 90). Cada día pasa más deprisa y las estaciones casi se atropellan.
Efectivamente el tiempo es relativo, sobre todo desde nuestro punto de vista donde, al inicio de «nuestro tiempo personal» los días son largos y, conforme van pasando los años, todo pasa más rápido. Nuestra línea temporal parece acelerarse cuando vamos sobre ella pero no la de nuestros hijos o nietos. ¿Relatividad? ¡Efectivamente!, el tiempo se transforma cuando cambiamos el sistema de referencia.